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No, no me entiendes… ¿Y ahora cómo hago? ¿Será que llamo a alguien?

Mark D. O’neill Díaz y Juan Esteban Umbarila Suanca

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Un silencio predomina en la carrera 89A con 64C, en Bogotá, al noroccidente de la ciudad, adyacente a la avenida El Dorado. En un edificio de ladrillos rojos y paredes grises por fuera, se percibe un silencio apaciguador. Y aunque por fuera parezca como cualquier otro edificio aburrido de la ciudad, por dentro está bastante lleno de colores. Al entrar, de frente está la recepción y hacia el lado derecho de la puerta se encuentran las oficinas de los funcionarios de atención al ciudadano, que tienen en las paredes pegados varios animales en cartulina, frases bonitas y un estante lleno de revistas y libros, pero no de cualquier tipo, son sobre ausencia auditiva, lengua de señas y distintas formas de comunicación.

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¿Eso es más diciente del sitio? Pues la descripción de este obedece al Insor (Instituto Nacional para Sordos), lugar en el que, naturalmente, trabajan personas sordas. Pero no todos los que laboran allí tienen discapacidad auditiva, también hay empleados oyentes. Eso sí, estos hablan perfectamente lengua de señas, o por lo menos, saben mover las manos y gesticular para decir “buenos días, buenas tardes; cómo estás, mucho gusto; mi nombre es fulana de tal y mi seña es esta”.

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Adicional al silencio se pueden escuchar pequeños y tímidos sonidos bucales: de los cachetes al expandirse, de los labios al juntarse y de los dientes al chocar con la lengua. Es el sonido que acompaña las expresiones faciales cuando la lengua de señas es bien hablada, así como el de las manos, como si se estuvieran dando un apretón formal.

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No está permitido gritar, esto, porque los funcionarios sordos pueden resultar perturbados por las vibraciones del ruido; ya que, a pesar de que no pueden escuchar o lo hacen parcialmente, sienten las vibraciones de lo que los rodea.

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El trato que se tiene con los ciudadanos visitantes es muy amable y respetuoso, es pedagógico cuando no se tiene mucha cercanía con el tema de la población sorda, y mejor aún, felicitan a aquellos que lleguen con algo de conocimiento previo. “Veo que utilizan los términos correctos: dicen lengua en vez de lenguaje de señas, dicen sordos en lugar de sordomudos, ¡muy bien!”, dice una de las funcionarias que atiende.

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Si bien parece fácil realizar estas pequeñas acciones para integrar más a una minoría (que es considerada minoría etno-lingüística, según explican los mismos trabajadores del Insor), los números institucionales cuentan un panorama un poco desalentador.

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¿Qué están haciendo las personas oyentes para adaptarse a las personas sordas?

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En Colombia, existen 554.119 personas sordas,  esta cifra se puede encontrar en la página del Insor y data del año 2019. La cantidad total de colombianos que hay en el país es de 48.258.494, según estima el DANE. Es decir, el 1,2% de habitantes pertenece a la comunidad sorda. Lo primero que da a pensar esta comparación es que resta un 98,8% que puede satisfacer la demanda de necesidades que presenta la minoría, pero la realidad es que no es tan así: “el porcentaje de inclusión a personas sordas en Colombia es muy bajo, de las 6.000 entidades que hay a nivel nacional, solo hemos logrado asesorar con políticas de inclusión para población sorda a casi 2%(...)”, dice Geovani Meléndres, actual director del Insor. Pero la pregunta es ¿Por qué? ¿Las entidades gubernamentales no están interesadas en implementar políticas de inclusión en sus oficinas? La respuesta a esta pregunta se encuentra en las mismas declaraciones de Meléndres: “Ya que nuestra capacidad no nos da para capacitarlas a todas porque hoy tenemos que llegar a organizaciones privadas, fundaciones, oenegés, instituciones educativas donde insistimos que se debe implementar el decreto 1421 de la oferta bilingüe y cultural para personas sordas a nivel nacional”.

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¿Lo anterior qué traduce? Que hacen falta intérpretes y personas interesadas en trabajar para que se implementen las políticas de inclusión en las entidades públicas. Es decir, la mayoría de la comunidad oyente no está haciendo un esfuerzo suficiente para hacer algo por la comunidad sorda, que, al comparar ambas cifras de población, y al ser una diferencia tan abismal, no hay justificación para evadir la responsabilidad de crear mecanismos de inclusión en las instituciones a nivel nacional para hacer mejor la vida de las personas sordas, que poseen características de vida complejas y son noventa y ocho veces menos en cantidad que el resto de gente.

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Entonces, ¿qué podrían hacer y cómo lo podrían hacer?

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Un dato valioso que cabe agregar, ya sabiendo lo anterior, es en dónde se puede aprender lengua de señas. Existen cursos para formarse como señante en la Universidad ECCI, la Univalle, la Uniagustiniana, la Universidad El Bosque, la Universidad Pontificia Bolivariana, y en la Fundación Universitaria María Cano. Esto, por el lado de instituciones de educación superior; por otro lado, dentro del espectro público, se puede aprender en Fenascol (la Federación Nacional de Sordos), el Instituto Distrital de Recreación y Deporte en Bogotá y la Red de Bibliotecas Públicas de Bogotá.

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Aunque también vale la pena analizar qué implica aprender lengua de señas colombiana en términos de tiempo y dinero. Pues bien, si no es realmente un esfuerzo significativo, es importante conocer los precios y los horarios que manejan algunas de las universidades que ofrecen el curso. Por ejemplo, en la ECCI los programas tienen una duración de cuarenta horas, dividido en diez semanas a lo largo del semestre, con sesiones solamente los sábados de ocho de la mañana a doce del mediodía. La modalidad es presencial y tiene un costo de 358 mil pesos (aproximadamente 88 dólares estadounidenses). Cabe aclarar que la ECCI solo forma hasta el nivel A3 de LSC (Lengua de Señas Colombiana). Es decir, toma tres semestres, ciento veinte horas y un millón 74 mil pesos (aproximadamente 266 dólares estadounidenses). 

 

Algo que se resalta de aprender idiomas, es que, por ejemplo, es más económico cursar los tres semestres de lengua de señas que pagar los siete niveles de inglés que ofrece la misma universidad, ya que cada uno sale en 180 mil pesos adicionales a los 55 mil que cuesta cada libro. Esto da un total de 235 mil pesos, que multiplicado por siete, da un total de 1 millón 650 mil pesos.

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Por otro lado, si se busca un nivel más avanzado dentro de la lengua, como la profesionalización, existe el programa de intérprete profesional de la Universidad El Bosque, que, de hecho, es la única que titula a ese grado. Por ende, allí el costo y la duración aumentan, ya que el valor es de 3 millones 918 mil pesos (aproximadamente 972 dólares estadounidenses) por semestre y son ocho en total. Esto se traduce en 31 millones 344 mil pesos (aproximadamente 7.788 dólares estadounidenses). Según el pensum de la carrera, el egresado sale con las capacidades de interpretación de LSC-español en diferentes áreas (educativa, médica, jurídica, comunicacional, etc.); investigación lingüística y en ciencias sociales sobre la LSC; y trabajo social, gubernamental e institucional con la comunidad sorda.

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El objetivo de la universidad con la creación de este programa es muy claro: “busca satisfacer una necesidad primaria del país: contar con intérpretes profesionales de LSC-Español”.

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El equipo de Gestos Para + entrevistó a Yenny Cortés, directora de la carrera de intérprete profesional de la Universidad El Bosque, quien cuenta cómo fueron los inicios de este programa educativo y qué ocurrió con las primeras cohortes: “Se abre la primera cohorte de formación de intérpretes en el 2020 dos, en plena pandemia (2020-1 y 2020-2). Realmente al principio, había casi 70 interesados, y de esos 70 quedaron 30, después se fue depurando y esa cohorte va en 22 personas”.

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Pero ¿Por qué tanta deserción? ¿Por qué tan poca demanda educativa? ¿Qué razones hay detrás de que quede menos de la mitad de los interesados inicialmente? Cortés continúa: “en su mayoría, todos son intérpretes en ejercicio, es decir, intérpretes empíricos que quieren profesionalizarse. Entonces esas primeras cohortes, las dos primeras son personas que ya conocen la lengua de señas y que sirven de intérpretes, pero que ven la necesidad de pasar por un régimen académico, si se quiere, y ‘profesionalizar la profesión’. En Colombia sí, es que es un trabajo. También hablamos de que corresponde a los primeros egresados de una profesión”.

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¿Y qué pasa con las personas que quieren cursar la carrera entrando desde cero, aquellos simples mortales que nunca en su vida han dicho algo en lengua de señas o que a duras penas saben poner la mano con los dedos extendidos sobre la derecha de la frente para expresar “hola” en lengua de señas? “Había personas que no sabían lengua de señas y pues esto significó un reto grande, sobre todo para las clases de lengua de señas. Sí, porque cualquiera que haya pasado por un salón de clases donde esté aprendiendo una segunda lengua, donde haya alguien que sea muy volado, que tenga otro nivel, pues nos van a empezar a medir. Yo creo que a todos nos ha pasado con el inglés, que está ese compañero que mejor dicho lo habla perfecto, lo maneja perfecto, y está uno tratando de medio masticar el verbo to be”.

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Y por supuesto, es una carrera que puede cursar todo el mundo, “no hay un examen para ingresar, puede acceder cualquier persona de cualquier edad, de cualquier situación socioeconómica”, enfatiza Cortés.

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Y si cualquier persona puede acceder a los mecanismos para aportar algo a la construcción ciudadana en materia de inclusión, no se responden todavía las particularidades de ser sordo.

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Muchos lectores deben preguntarse, ¿bueno, pero y ellos cómo hacen para…?

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Por ejemplo, ¿cómo hace una persona sorda para hablar por teléfono? O mejor dicho, ¿qué tiene que hacer una persona sorda para comunicarse con un familiar o un amigo a distancia? En Colombia, el Gobierno, a través del Insor, ha desarrollado un sistema de comunicación para que las personas sordas puedan comunicarse con oyentes a través de un servicio de interpretación gratuito llamado Centro de Relevo. ¿Cómo funciona? Básicamente es un sistema de videollamada en el cual el intérprete escucha a la persona oyente, traduce a lengua de señas y viceversa.

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“Buenas tardes, sigues y te ubicas por favor. Entonces… ¿Tú eres Viviana, verdad? (Viviana saluda típicamente alzando la mano derecha y sacudiéndola de lado a lado, el cotidiano gesto de ‘hola’) vamos a hacer la entrevista de… (Viviana tratando de explicarle en lengua de señas) ¿no, no me entiendes, no puedes hablar? (Viviana abre las dos manos en gesto de exclamación y moviendo la cabeza de lado a lado para decir que no, también expresando incomodidad) no, no me entiendes… ¿Y ahora cómo hago? ¿Será que llamo a alguien?”.

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Es la escena que se muestra en el video de presentación del SIEL, que es el Sistema de Interpretación En Línea, cuya modalidad es similar, solo que las personas deben estar físicamente en la misma locación. En la situación anterior, se expone lo que viven las personas sordas al momento de presentar una entrevista de trabajo. Por si nadie se lo ha preguntado, así ocurre normalmente. No obstante, Viviana no se queda sin la vacante por no poderse comunicar con el entrevistador; ella usa el computador y se comunica con una intérprete que posibilita el desarrollo de preguntas y respuestas entre ambos.

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Hasta la fecha, se ha alcanzado a 57.248 personas mediante estos servicios, que empiezan siendo solo para llamadas, posteriormente para videochat por WhatsApp, y luego se implementa en App propia con sistema de usuario y contraseña. Es un servicio que es exclusivo para las personas sordas y solo puede ser solicitado por las mismas.

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¿Para qué más se usa? No es solo para mantener conversaciones casuales, también se utiliza, en algunos casos, para temas de agendamiento de servicios médicos; pero, por ejemplo, para temas delicados como datos bancarios, discusiones, insultos, amenazas, delitos como robo y extorsiones, está prohibido. Algo que tampoco está permitido dentro del servicio, es utilizarlo para fines sexuales explícitos y líneas calientes, lo cual también lleva a pensar ¿Y si una persona sorda quiere intimar con una persona oyente, cómo hace? Su única opción es desarrollar códigos para comunicarse, que el oyente aprenda lengua de señas o simplemente por lenguaje corporal.

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Sin embargo, cuando el equipo de Gestos Para + visitó el Insor, mediante el servicio de atención al ciudadano (PQRSD), recibió información de que la demanda de este servicio es bastante elevada, y como se menciona anteriormente en este reportaje, no hay intérpretes que den abasto para tantas solicitudes, o si bien responden, se demoran un tiempo considerable en contestar las solicitudes que reciben.

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El panorama en general de la comunidad sorda tiene varios aspectos positivos en cuanto a que se está trabajando por mejorar la calidad de vida de sus miembros. Por otro lado, la infraestructura se queda, en parte, corta para la cantidad de la comunidad que tiene el país, que si bien comparada con el grueso de la población no es mucha, sí es significativa cuando se trata de suplir una necesidad básica como lo es la comunicación.

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No todas las entrevistas de trabajo terminan como las de Viviana. En Colombia, el 31,5% de mujeres mayores de 12 años con discapacidad reportan estar trabajando, pero esta cifra se contrasta con un 41,7% de mujeres sin ningún tipo de discapacidad que consiguen empleo, es decir, un 10,2% más. Por el lado de los hombres en condición de discapacidad, el porcentaje es de 46,3 frente a un 69,3 de hombres sin discapacidad en ocupación laboral. “Lo anterior, evidencia que las personas con discapacidad tienen dificultades en el acceso e inclusión laboral frente a las personas que no tienen discapacidad” concluye el informe del DANE del panorama general de la discapacidad en Colombia. Y aunque la conclusión pueda sonar muy obvia, aún faltan barreras sociales, inequitativas y lingüísticas por erradicar, o por lo menos, si eso suena muy idílico, aminorar. 

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